domingo, noviembre 26, 2006

A 2 meses de la desaparición de J. J. López


Jorge Julio López desapareció en la ciudad de La Plata en la madrugada del 18 de septiembre del 2006.
Su desaparición se produjo cuando se preparaba para asistir al alegato contra el represor Miguel Etchecolatz, segundo de Ramón Camps en la policía de la provincia de Buenos Aires desde 1976.
Precisamente, unos meses antes, López declaró como víctima en los juicios contra Etchecolatz, dejando constancia que fue secuestrado en octubre de 1976 por una "patota" que integraban, entre otros, Etchecolatz y su chofer, el policía Hugo Guallama. Luego, López permaneció detenido en dos centros clandestinos de la zona de Arana: el Destacamento policial y el "Pozo de Arana". Allí, contó, Etchecolatz, "me miraba desde un costado y les decía a los otros torturadores: 'subile, subile más'. La picana era a batería, y él decía que no era suficiente".
El testimonio de López (como el de Nilda Eloy, como el de tantos otros) resultó una descripción detallada, y una prueba, sobre los centros policiales-clandestinos de represión, sobre los tormentos, homicidios y aberraciones cometidos allí.
El 18 de septiembre, López no llegó a la sala de audiencias. Se perdió en las calles de Los Hornos, el barrio dónde vivió toda su vida.
El gobierno de la provincia hizo gran despliegue de efectivos policiales afectándolos a la búsqueda y estableció una suma de 200.000 para entregar a aquel que aporte datos sobre el paradero de López.
Sin embargo, a más de dos meses de su desaparición, la policía no ha logrado ninguna pista.
Pero, sigue la campaña de intimidación. Eso no se frenó.
Hubo amenazas a integrantes de los organismos de derechos humanos, y también a gente que participó en marchas reclamando por López, o ha colaborado de alguna forma.
En La Plata, hubo universitarios y secundarios amenazados.
La otra testigo, N. Eloy, sufrió varias intimidaciones. Por ejemplo, el 16 de septiembre, recibió llamadas en la que se escuchaban gritos como de una sesión de torturas.
Al respecto, Adriana Calvo, de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, relata algo asombroso. El juez Arnaldo Corazza (que también está amenazado) ordenó investigar todas las llamadas al teléfono de Nilda Eloy, y la sorpresa fue que aparecieron cinco intentos de comunicarse desde el Edificio Libertador, sede de la jefatura del Ejército. El Ejército contestó al juez que como las llamadas se habían realizado desde un interno, no tenían modo de saber cuál era. El juez insistió y el Ejército, en una tarea de "inteligencia" (si cabe el término), logró detectar esforzadamente el interno desde el cual habían llamado. Según Calvo: "Era de una oficina donde había una señora a cargo que dijo que no había llamado a nadie. Pero contó que tiene un amigo periodista y que tal vez él quería llamar a Nilda Eloy para hacerle alguna consulta. Por supuesto, jamás se supo quién era ese periodista, ni se supo nada más de tales llamadas". Por eso, la conclusión de Adriana Calvo es obvia: "A veces queda la sensación de que este país no tiene remedio. Yo no sé si hay una locura generalizada, burocracia, o si es parte de una maniobra para meter miedo".
La semana pasada aparecieron sorpresivamente en el jardín de la casa de Los Hornos, un llavero y la llave que habitualmente utilizaba. Las pericias indicaron que fueron depositadas allí hace solo dos semanas.
Según los organismos de derechos humanos, se trataría de un mensaje intimidatorio de parte de los posibles captores de López, hipótesis que el fiscal que entiende en la causa no descartó.

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